Atesoro un martillo que mi amigo Juan Gavilán tuvo el detallazo de regalarme este Martes Santo. Ocupa lugar en mi corazón y en un espacio importante de mi casa. Es un mazo que bien simboliza la perseverancia y la tenacidad con la que actúan miles de cofrades todo el año.

Hace muchos meses que, en señal de respeto por esta ciudad maravillosa en la que ejerzo mi actividad política y para una mayor comprensión de su idiosincrasia, decidí empaparme del mundo cofrade. Lo he hecho desde los ojos del que mira por primera vez y trata de absorberlo todo. Lo he hecho con ganas, sin prejuicios y con pocos conocimientos previos. Y la intensidad de lo vivido ha superado todas las expectativas. Antes y después de la Semana Santa. Porque empecé a rendirme con el trabajo de las cofradías cuando conocí de primera mano la acción de la Fundación Corinto a través, por ejemplo, de su economato (a nosotros nos gusta llamarlos supermercados solidarios). Hoy, siguiendo aquel ejemplo, la ciudad tiene 13 de estas instalaciones porque planteamos esa medida en las negociaciones presupuestarias.

Comprender la actividad de nuestras cofradías es entender la existencia de oficios que de otro modo se hubieran perdido y, por supuesto, es saber que un valioso patrimonio cultural está en las mejores manos.

Otra derivada de la Semana Santa es, sin duda, su impacto económico. Me cuentan los que la viven desde siempre que pocas ediciones como las de este año, histórica en afluencia y por clima. Ni siquiera el comportamiento de algunos indeseables en la madrugada del Lunes Santo ha podido empañar ni restar redondez a esta Semana de Pasión, aunque, eso sí, ya adelanto que trabajaremos en una iniciativa para afinar protocolos de seguridad.

He descubierto, de un modo iniciático, un mundo de emociones e instantes mágicos. Cada cara de sufrimiento de los hombres de trono; cada toque de campana que he tenido la fortuna de dar; cada imagen que forma un fotograma perfecto con el entorno; cada barrio que disfruta de sus titulares (de cofradías agrupadas y no agrupadas); cada niño feliz haciendo crecer su bolón de cera; cada marcha; cada olor… Todo ha fijado una huella inmensa que hará de la Semana Santa 2017, la muy hospitalaria Semana Santa 2017, algo que nunca se me va a borrar.

Artículo publicado por Juan Cassá en Viva Málaga el martes, 18 de abril de 2017